La volatilidad de los precios de la energía, las materias primas y los alimentos, el aumento acreditado de la variabilidad del clima y el declive de la salud de los ecosistemas en todo el mundo han hecho que los problemas energéticos, de productividad y de seguridad de los recursos estén cada vez más presentes en la agenda política internacional (United Nations Millennium Ecosystem Assessment). Al mismo tiempo, la comunidad internacional sigue enfrentándose al reto de la pobreza y las dispa­ridades económicas generalizadas. Como consecuencia, los responsables políticos se ven en la difícil posición de desear el crecimiento económico, con el aumento del nivel de vida que conlleva, al mismo tiempo que necesitan limitar el consumo desenfrenado de recursos que ha sido el principal motor de crecimiento en el pasado (y los daños ambientales asociados). La industrialización ha sido la principal fuerza impulsora del crecimiento económico y el gran incremento de los niveles de vida que el mundo desarrollado ha experimentado en los últimos doscientos años. La industrialización es responsable de las enormes reducciones de la pobreza observadas en esta región e, indepen­dientemente de que se requiera mayor expansión o no para solucionar la pobreza que aún persiste, en general todo el mundo acepta que el crecimiento industrial es una necesidad acuciante para aliviar la pobreza, ofrecer bienes y servicios, crear puestos de trabajo y aumentar el nivel de vida en los países en desarrollo (Reinert, E. 2008; Chang, H.J. 2008; Dasgupta, C. 2011). Asimismo, existe un amplio consenso acerca de que el desarrollo económico y social es un requisito esencial para mejorar la protección del medio ambiente (Dasgupta, C. 2011). Por consiguiente, el hecho de que muchos países en desarrollo y transición busquen un crecimiento industrial rápido y estén aumen­tando su rendimiento y reduciendo los niveles de pobreza debería considerarse una buena noticia.

Sin embargo, resulta cada vez más evidente que los sistemas de producción y los niveles de consumo del mundo desarrollado han contribuido al rápido agotamiento de los recursos, la degradación de los ecosistemas y la amenaza del cambio climático (Stamm, A. et al. 2009; United Nations Millennium Ecosystem Assessment). La intensificación de la competencia por recursos escasos, la desertifica­ción, la pérdida de biodiversidad, el aumento del nivel de los mares, la frecuencia y la intensidad crecientes de los fenómenos atmosféricos y la escasez de agua potable son algunas de las mani­festaciones de estas tendencias que, en el peor de los casos, podrían provocar conflictos relacio­nados con el acceso a los recursos y migraciones a gran escala (UNIDO 2008). Es preciso reconocer que los métodos actuales de expansión industrial tienen serios inconvenientes y deben aplicarse con precaución. Sin embargo, pese al creciente reconocimiento de los riesgos y los compromisos que acarrea la expansión industrial, el crecimiento industrial desenfrenado sigue siendo el objetivo en muchos países y el uso de recursos, la contaminación y la degradación ambiental no dejan de aumentar en términos absolutos (United Nations Millennium Ecosystem Assessment).

Una razón para ello es la falta de progresos en la mejora de la productividad de los recursos. Si bien la productividad del trabajo ha aumentado considerablemente, en línea con los avances tecnoló­gicos de los últimos 50 años, el incremento en la productividad de los recursos ha sido marginal. De igual modo, los avances tecnológicos se han centrado principalmente en la productividad del trabajo y el interés por la innovación tecnológica para lograr un uso más eficiente de los recursos ha sido limitado. La importancia de la productividad de los recursos se hace cada vez más obvia. Asimismo, se ha demostrado que mejorar la productividad de los recursos contribuye a las tres dimensiones de la sostenibilidad: la protección del medio ambiente, la promoción del crecimiento económico y el desarrollo social (Bleischwitz, R., Welfens, P.J.J., y Zhong Xiang Zhang 2009: cap. ‘Introduction’).

La necesidad de contar con métodos de producción sostenibles y de hacer un uso más eficiente de los recursos, es decir, de una industria verde, es cada vez más evidente. Esto es especialmente cierto en los países en desarrollo, que tienen una oportunidad única para evitar los errores ambien­tales que el mundo desarrollado ha cometido durante su desarrollo industrial, ya que pueden usar esa experiencia para crear una infraestructura industrial verde desde el principio. Este documento proporciona información sobre cómo centrar el foco en la industria verde para el desarrollo industrial 6

sostenible de los países en desarrollo y transición puede contribuir a alcanzar los objetivos globales de desarrollo sostenible. El documento pretende profundizar en la necesidad y el valor de los enfoques orientados específicamente a la industria y fomentar un acceso más equitativo a los cono­cimientos, las tecnologías y los procesos productivos que se necesitan en los países en desarrollo y transición para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible tanto allí como en el resto del mundo.

Iniciativa de industria verde – para el desarrollo industrial sostenible

Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo industrial